jueves, septiembre 08, 2011

Buried (Rodrigo Cortés, 2010)



Hacía mucho que una película no me atrapaba tanto. Cada minuto de metraje de Buried se vive como el mismo protagonista. O si no como el protagonista, como alguien cercano. Cuando se estrenó la película, se comentaba la increible capacidad de mantener una hora y media de tensión en un mismo escenario. Toda la película se desarrolla en el interior de un ataúd o caja de madera. Ese mantener la tensión me recuerda a la unidad de acción del teatro clásico: una localuzación, un periodo de tiempo único y una acción única. Quizás sea esa unidad lo que lleva a esa gran identificación. Estamos igual de presos que Paul, el mismo tiempo más o menos, y actuamos casi con él. Es sorprendente el diseño de sonido, que abre ese cajón y nos lleva a varios escenarios y situaciones distintas solo a través del oído. Los planos y fotografía ayudan a crear esa tensión también, pero ya hemos visto el rostro del joven conductor muchas veces, aunque no le escuchamos indiferentes en ningún momento. Sería interesante solo escuchar esta película, pribablemente captaríamos casi la totalidad de la historia. Pero Buried no es simplemente un artificio técnico. Las personas presentadas en el filme no son los típicos personajes planos propios de los thrillers. Aunque intervienen unos escasos minutos y no evolucionan en las dos horas de cinta, percibimos en cada uno la complejidad del ser humano. Una película muy recomendada, en resumen.

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