lunes, diciembre 27, 2010

Paris, Texas (Wenders, 1984)



¿Qué hace un hombre en traje en medio del desierto tejano? ¿Está loco? ¿Está sordo? ¿Es un cowboy venido del pasado? ¿Y de qué conoce a ese tipo de los carteles? Un hombre soso, perfecto, con una mujer ideal, una empresa y una vida exquisita. ¿Qué le pasa a ese Travis?

Los colores hipersaturados, los acordes desgarrados de la guitarra, los planos de cámara subjetivos. Nos sentimos raros, sentimos que esos hombres no son reales. ¿Por qué querría comprar un pedazo de tierra vacío en Paris, Texas?

Luces de neón, atardeceres verdes, zapatos multicolores, salidas del colegio. ¿Dónde estamos? Le tratan como a un niño, Travis actúa como un niño. ¿Es un niño? Vídeos caseros, Travis investiga su pasado. No sabe quién es, no sabemos quién es. Tonos cálidos para el pasado, fríos y ajenos para el presente. Angustia. Y más acordes desgarrados.

Los pocos diálogos de la película dan sensación de angustia y vacío. No acabamos de conocer a Travis, no sabemos qué tiene en su cabeza. Y cuando hay conversación, no son diálogos, más bien monólogos. Los personajes aislados, solos, se comunican, pero no comparten nada. Uno de los momentos más desgarradores es cuando le siguen hasta el peep-show. ¿En eso se ha convertido esa mujer hermosa de los vídeos caseros? ¿En una mujer encerrada, sola? La carretera y el silencio. Los personajes solos con sus pensamientos. No tienen hogar, tan solo un coche y carreteras amplias y vacías, una habitación grotesca para uno.

Los personajes son complejos. No son los personajes de las películas clásicas. En Paris, Texas, los protagonistas actúan sin saber muy bien porqué. Se contradicen, no se deciden, están llenos de miedos y angustias. Están solos, vacíos. Salvo Hunter, el único personaje que da un poco de calor y vida. De no ser por él (personaje y actor) sería una película demasiado oscura a pesar de ser multicolor. Hunter es de otro color, va por libre. Cuando conoce a fondo a su padre, se funde con él (ambos visten ropas rojas) y cuando Jane se reúne con él, lleva el mismo color que ella y que la habitación.

La escena de la conversación en el peep-show entre Travis y Jane parece que supondrá un cambio drástico en sus historias, en sus vidas. La música cambia, es más suave e íntima. La actuación de Nastassja Kinski es espectacular. En ese largísimo plano en que solo le vemos a ella llorar, se nos encoge el corazón. Pero acaba la conversación y todo parece más confuso. ¿Se quieren? ¿No se quieren? El momento en que ella se acerca al cristal y vemos el reflejo de Travis sobre su cara es estupendo, sigue dejándonos con una sensación de duda y malestar. Y siguen solos. Hablan de cosas muy íntimas, se abren al completo, cada uno a un lado del cristal. Y después Travis ve el reencuentro desde su lado del cristal.

     Demasiada soledad y desconcierto. Demasiada angustia, demasiadas dudas.  Demasiadas preguntas. Demasiado solos. 

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