jueves, abril 03, 2008

Superviviente nato


Dith Pran, fotoperiodista autodidacta y superviviente del genocidio en Camboya, falleció el domingo 30 de marzo en un hospital de Nueva Jersey (EE.UU.), víctima de un cáncer pancreático. Su odisea inspiró en 1984 la película The killing fields (Los gritos del silencio), premiada con el Oscar. Aquel filme y el activismo político de Pran desde el exilio norteamericano lo convirtieron en el rostro público de la denuncia internacional del régimen de los jemeres rojos, una demencia revolucionaria que entre 1975 y 1979 costó la vida a casi dos millones de personas.

Nacido en 1942, Pran trabajó como traductor de los militares estadounidenses, en los años sesenta, y a principios del decenio siguiente empezó a ejercer de asistente de periodistas extranjeros, entre ellos el corresponsal de The New York Times Sydney H. Schanberg, con quien le uniría una amistad fraternal. Pran salvó la vida a Schanberg y a otros dos reporteros extranjeros cuando el grupo fue detenido por jemeres rojos que querían fusilarlos. El asistente camboyano no pudo evitar, sin embargo, ser enviado al brutal experimento reeducador agrícola diseñado por el caudillo Pol Pot.

Centenares de miles de personas fueron obligadas a trabajar en el campo bajo unas condiciones inhumanas. Pran hubo de ocultar sus lazos con los norteamericanos, se deshizo de su dinero para evitar sospechas y se hizo pasar por campesino. “Para sobrevivir, tienes que fingir que eres estúpido, porque no quieren que seas inteligente -explicó hace sólo unas semanas, en una emotiva entrevista concedida en la cama, desde el hospital-. Piensan que la gente inteligente los destruirá”.

Pran estuvo a punto de ser ejecutado por robar comida. La dieta era una simple cucharada de arroz al día. La gente, hambrienta hasta el límite, se veía forzada a comer insectos y ratas, y hasta a alimentarse de cadáveres de recién ajusticiados. Cincuenta familiares de Pran murieron en esos años, entre ellos un hermano, que los jemeres lanzaron a los cocodrilos.

En 1979, después de que los vietnamitas derrocaran al Gobierno de los jemeres, Pran temió ser objeto de represalias y logró huir en dramáticas condiciones a Tailandia. Desde allí contactó con su amigo Schanberg, que no sabía de su destino y que voló inmediatamente a Bangkok para ayudarle. Pran inició entonces una nueva vida en libertad en Estados Unidos. Trabajó como fotoperiodista para The New York Times hasta su jubilación, hace sólo un año. Paralelamente fue muy activo en denunciar las monstruosidades de Pol Pot y en alertar sobre todos los horrores genocidas que han seguido después, en Ruanda, Bosnia o Darfur.

Tanto Schanberg como el director de The New York Times, Bill Keller, rindieron homenaje a la categoría humana de Pran y a su instintiva profesionalidad, cualidad que comparten muchos colaboradores locales de los grandes diarios. Schanberg recordó la singular teoría de Pran sobre el fotoperiodismo: “Tienes que ser como una piña. Debes tener cien ojos”. Keller dijo que el fallecido “nos recuerda una categoría especial de heroísmo periodístico, el colaborador local, el stringer, el intérprete, coger, que conoce el terreno, que posibilita tu trabajo, que a menudo se convierte en tu amigo, que puede salvarte la vida, que comparte poco de tu gloria y que se arriesga tanto como tú”. Ya muy enfermo, el único deseo de Pran fue acabar con los genocidios: “uno solo ya es demasiado. Si pueden hacer eso por mí, mi espíritu estará feliz”, agregó.

Imagen:Cbc

Historia: Eusebio Val en La Vanguardia (martes, 1 de abril de 2008)

1 comentario:

Anónimo dijo...

a eso se le llama pedrada meri...

cortadillo!!!

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